miércoles, 30 de marzo de 2016

Satélite de los periodistas: "La tira de cultura"

Esta semana en el sistema de los periodistas nos encontramos en el satélite de la prensa de cultura y arte... ¿Qué nos contarán hoy en su tira semanal? ¡Atento astronauta!

"Hoy, hablando de textos absurdos con un amigo ha venido a mi mente un texto que leí hace mucho tiempo que de tan diferente que era me pareció maravilloso y un tanto gracioso. No es otro que un texto de Julio Cortázar.
Para quien no le conozca, Julio Cortázar nación en 1914 y murió en 1984. Fue un escritor muy innovador para su época. Se dedicó al relato corto, la prosa poética y la narración breve aunque también escribió novelas. Se definió como un autor surrealista y es reconocido por el alto nivel intelectual que presentan sus obras y por su forma de tratar los sentimientos y las emociones. Entre sus escritos más famosos se encuentra Rayuela (1963), La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y 62, modelo para armar (1968).
Era un autor capaz de romper la frontera entre lo real y lo fantástico y desde mi punto de vista capaz de engancharte en la lectura, de hacerte seguir leyendo las líneas de sus relatos aunque estas te estén contando algo tan simple como las acciones que realizas al subir una escalera o los cambios gestuales de tu rostro cuando lloras. Esa magia, esa forma de escribir y esa necesidad de seguir leyendo que sus textos provocaron en mí, hace ya algunos años, son los que me han llevado a que hoy, en este blog, comparta con vosotros algunas líneas de este gran escritor.

Instrucciones para subir una escalera
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Instrucciones para llorar
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos."

Referencias


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